Nuestra propuesta

Cuando se abre la puerta para afrontar el ingreso a alguno de los colegios universitarios, comienzan a resonar voces y comentarios que tienden a asustar: año terrible, sacrificar al hijo, competencia feroz, no va a poder disfrutar su séptimo grado, etc.; voces que apuntan al sufrimiento en que, según algunos, consiste la experiencia. Otros pueden hablar de altísimos niveles de exigencia, enormes volúmenes de tarea a realizar en casa, agobiantes para el alumno y su familia, imprescindibles, según ellos, si se quiere “lograr el objetivo”. Hay quienes hablan de la necesidad de duros entrenamientos, más compatibles con proyectos de logros de alto rendimiento deportivo.

A todas estas voces, nosotras oponemos la nuestra, basada en la seguridad que nos otorgan veintiocho años de experiencia en esta tarea, y los comentarios recibidos, a lo largo del tiempo, de los padres y alumnos que han atravesado esta experiencia ayudados por nosotras. Nuestras voces hablan de un año enriquecedor, productivo, exigente -es verdad-, pero que puede transformarse en un desafío creador para el chico que quiere, además de intentar el ingreso al colegio elegido, investigar un poco de qué se trata esto tan mentado de lo difícil y lo arduo que conlleva -siempre- la aventura del conocimiento.

Como estamos convencidas de que el aprendizaje y el saber no están asociados a lo utilitario, es decir, no deben necesariamente “servir para algo”, sino que ayudan al crecimiento del ser humano, -crecimiento que le permita desarrollar sus herramientas personales con una amplitud de criterio que lo haga mejor persona-, intentamos que a lo largo del año de trabajo los chicos mismos puedan privilegiar sus progresos, no solamente en función de una nota ni del avance hacia el logro del objetivo, sino a partir de la valoración de su propio crecimiento personal. Nos ha resultado conmovedor, por ejemplo, acompañar a los chicos en el camino del disfrute de la lectura; algunos, que tal vez nunca habían leído un cuento entero; otros que sí lo habían hecho pero sin saber buscar las claves secretas que todo texto literario alberga; ver sus miradas de sorpresa al descubrirlas, nos ha hecho sentir que les abríamos las puertas no sólo al camino del ingreso, sino al mágico mundo de las palabras y el idioma; y que esta puerta se abría para siempre, trascendiendo los objetivos puntuales. También hemos compartido el placer y el crecimiento intelectual, la afirmación de la confianza en sí mismos al resolver, luego de varios intentos, un arduo problema de matemática o una ecuación complicada. Al acompañar su comprensión del relato histórico, enseñándoles que muchas cosas sucedieron antes - incluso para que ellos estén aquí, sentados, escuchando o preguntando-, siempre sorprendiéndose ante la sucesión de hechos y procesos -no siempre fáciles de comprender para sus 12 años, pero accesibles cuando se pone pasión en el relato-, se vislumbran los frutos no sólo en las excelentes notas que obtienen, sino en sus comentarios e interpretaciones de la realidad que viven, a partir de una mirada sobre el pasado. Y contarles que muchos de esos hechos y procesos ocurrieron aquí, en este suelo, con las características peculiares de cada región, con su flora y su fauna, su riqueza y su pobreza, sus climas extremos y sus lluvias, es otra forma más de ayudarlos a conocer, a interpretar, a comprender.

Por todo esto es que pensamos que este curso de ingreso, además de ser una forma de selección y de habilitación para que los ingresantes puedan enfrentar la exigencia de su primer año de secundario, es también altamente formativo desde lo intelectual y desde lo personal. Desde lo intelectual, porque adquieren conocimientos y formas de razonar, deducir, concluir, opinar y expresarse correctamente. Y desde lo personal, porque adquieren autonomía, aprenden a hacerse responsables de un proyecto, desarrollan un nivel de tolerancia a la frustración y a la dificultad, aprenden a organizar sus tiempos, tareas y responsabilidades.

Consideramos que en este proyecto, que dura un año lectivo, cada chico debe ser tenido en cuenta en su singularidad y acompañado en sus dificultades. Es por eso que nuestros grupos son de cinco chicos como máximo, y así ha sido nuestra forma de trabajo a lo largo de los años, ya que consideramos que es la única forma de atender las necesidades de cada uno, conocerlos, contenerlos, detectar el problema que lo aqueja un día cualquiera y poder trabajar sobre ello, e incluso darnos cuenta de que no entendió lo que, al principio, por pudor, afirma haber entendido.

Nuestras clases son intensas: se trabaja mucho, porque así lo exigen los programas y los plazos, pero en un clima de gran cordialidad, compañerismo y solidaridad. Tenemos muy claro que lo chicos vienen a aprender y a superar dificultades, no a jugar, ya que para eso hay otras opciones: clubes, entretenimientos, etc. Pero en nuestras clases se encuentran a gusto, (nunca quieren faltar), descubren aspectos que los deslumbran, se trabaja mucho pero con humor…y también se divierten. Esta es la razón por la cual nuestra estructura no es la de academia ni instituto, sino un ambiente amigable y acogedor, donde alrededor de una mesa se sientan los cinco chicos con la docente, creando un clima que intentamos sea de refugio, amparo y tarea compartida. Aulas, grupos numerosos y pupitres ya tienen en la escuela y en el curso obligatorio al que deben concurrir en el colegio elegido; no nos parece atinada, para este proyecto, una tercera estructura institucional. Más bien creemos, y nuestra experiencia lo corrobora, que para preparar el ingreso es más adecuado un ámbito pequeño, donde sean contenidos y donde siempre se sientan acompañados. Esto incluye a los padres, con quienes mantenemos un diálogo fluido y que cuentan con nosotras cuando ellos son afectados por la ansiedad.

Nuestros alumnos son evaluados en cada clase, ya que la tarea que les damos o el material a estudiar están pensados para ser corregidos y evaluados en clase entre todos, grupalmente: el aprendizaje surge de los errores y aciertos propios y ajenos, del análisis de los trabajos y el entrecruzamiento de experiencias.

Antes de cada evaluación oficial, les tomamos parciales que se califican del mismo modo que los que deberán atravesar. Esto va fortaleciendo su aprendizaje, nos da una pauta de lo que hay que reforzar en cada caso, y es también una herramienta de un valor enorme, ya que estos parciales –muchos de ellos tomados por los colegios en años anteriores, otros, creados por nosotras- son corregidos también en la clase y son una verdadera fuente de nuevos conocimientos y facilitan la adquisición de nuevas herramientas.

La puerta al curso de ingreso está abierta. El camino que se vislumbra puede ser un camino placentero y tranquilo a pesar de lo arduo, si se tiene el acompañamiento adecuado, y si se está dispuesto a transformarlo en una experiencia enriquecedora.

Hace 30 años que estamos en esta tarea de preparar alumnos para el ingreso, durante los cuales hemos tenido excelentes resultados: algunos años, alumnos en el primer puesto, otros, en el primero y segundo; y hemos tenido también enormes satisfacciones, independientemente del orden de mérito. Muchos conocen nuestro modo de trabajo que permitió estos logros a lo largo de estos años.